viernes, 13 de mayo de 2011

66.porra de marzo de 2005

PORRA – MARZO 2005


TEMA: HIPERBOLE




Primer puesto




"Mundo papel"

de Villegas  

Construyó un fabuloso barquito de papel para reencontrarse con su amor en un puerto muy lejano. Construyó también un mar para poder navegar, mar de papel con olas de papel, islas de papel, peces de papel ¡Hasta sirenas de papel tenía aquel mar! Y zarpó, viento en popa, a toda vela (viento de papel, popa de papel), rumbo a su amada, que lo esperaría en un puerto de papel, llorando acartonadas lágrimas por su ausencia.
Y me gustaría poder decirte que todo sucedió como en los cuentos, como en un final feliz de película. Los amantes, juntos, en aquél lejanísimo puerto. Pero cuando nuestro héroe andaba en mitad de la travesía perdido una tormenta de papel, alguien llegó; ya sabes, esa mano grande que todo lo abarca. Viendo aquellos montones de papel tirados por el suelo, hizo una bola y los tiró a la basura, con todo: El puerto, el mar, los peces, las islas, las sirenas de papel, nuestro héroe, su amada…

"Huecos"

de De modé

Primero fueron unas gotitas de sangre al toser. Más tarde, en el transcurso de un leve estornudo, uno de mis pulmones salió disparado por la tráquea, emitiendo un gracioso ruidito al pasar bajo el cielo raso del paladar: fue divertido verlo estampado contra el gotelé de la pared. Luego, a cada golpe de tos, a cada estornudo, una parte de mi cuerpo emergía por la boca en dirección al muro. Así, poco a poco, tos a tos, fui ‘haciendo barroco’* con mis vísceras sobre la mampostería de la sala mientras yo me iba quedando hueco.
Es una extraña sensación la de estar lleno de nada, pero te vas acostumbrando a jugar con las oquedades de tu cuerpo: Ahora, cuando pronuncio tu nombre hacia dentro, el eco me lo devuelve multiplicado por dos. 

Segundo puesto:
CUENTOS SIMPLES, SIMPLES CUENTOS (1) 

de Lagartija de plata

Érase una vez un hombre simple que no sabiendo cómo expresar su amor a una mujer optó por escribirle una carta igualmente simple. ‘María, te quiero’, anotó en la primera línea y, a continuación, previa coma de rigor, garabateó: ‘María, te quiero’. Otra coma más y un tercer: ‘María, te quiero’…, a fin de dejar bien clara la iteración de un sentimiento que crecía en progresión geométrica a medida que iba sembrando el autor comas, Marías y te quieros, en hojas, hojas y más hojas de papel. Algunos volúmenes y años después de aquel primer ‘María, te quiero’, consideró el enamorado escriba haberse explicado con la debida precisión y se dispuso a firmar, cerrar y lacrar el documento cuando, así nomás, de repente, por esas cosas que pasan, notó en el último ‘María, te quiero’, una pizquita menos de amor que en el primero, fruto de la reiteración, quizás, o del tiempo que todo lo gasta. No sabiendo cómo explicar a la dama su sentir, y dado que era él un hombre simple, optó por escribirle una carta igualmente simple. Tomó una hoja en blanco y, en la primera línea, escribió: ‘María, ya no te quiero’. A continuación, tras la coma de rigor, anotó…

CUENTOS SIMPLES, SIMPLES CUENTOS (2) 

de Lagartija de plata



Érase una vez una mujer simple, así como yo, que habiendo escuchado que hay que arropar al amor para que dure, tomó las agujas y, vuelta del derecho, vuelta del revés, comenzó a tejer una bufanda para arrebujar al suyo. A medida que tejía iba enrollando en la bufanda las cosas importantes del amor: un banjo, tres peces con su pecera, los naipes de un imán turco, refresco de maracuyá, tabaco para pipa, carmín con zarzamoras y un cojín azul celeste se fueron acomodando entre el derecho y el revés de la puntada. Ya en la última vuelta, giró el hilo sobre sí y comenzó a tejerse dispuesta a vivir hilada a su amor, ése amor tan grande, tan intenso y mal agradecido que pese a lo prieto del punto se le había escapado entre el derecho y el revés de la puntada. Entonces, ella, que era así como yo, una mujer simple, retomó las agujas y, sobre lo tejido, empezó a entretejer el desamor.



CUENTOS SIMPLES, SIMPLES CUENTOS (3) 

de Lagartija de plata

Érase una vez una mujer simple, una de ésas mujeres como tú, como yo, amante de erradicar la mugre de raíz, de ésas que desmancha a los niños a mano antes de remojarlos por doce horas, de introducirlos uno a uno en la lavadora con detergente, cloro, abrillantador de colores y suavizante bastante para que no se les estrague la piel. Una mujer corriente, amante de las cosas bien hechas, que entre el primer y segundo aclarado saca a orear a sus niños bajo la luna y una vez lavados y centrifugados los deja secar al sol, para que huelan a aire, a luz. Una de esas mujeres como tantas, tú, yo, mi madre, la tuya, de ésas que planchan con almidón en polvo arruga por arruga, que pliegan a los niños con primorosa simetría y perfuman con espliego los dobleces antes de guardar la ropa en el armario: cada prenda en su cajón, cada cajón en su hueco, cada hueco con un niño dormido que no despertará hasta la próxima primavera, cuando toque de nuevo sacudir la casa y lavar el ajuar. Una mujer simple pues, como tú, como yo, amante del orden y la ropa limpia.

 Tercer puesto:
"Nada pasó ese día"

 de Lagartija de plata

Cuaresma del Perdón miró los ojos de Santos Cruz con la lúbrica candidez que otorga a una mujer el antojo de su primer hombre. Nada pasó ese día, salvo la desbarrancada de un carro cargado de carneros castrados: Quince bestias muertas y una hembra enamorada.
Santos Cruz tomó la mano de Cuaresma del Perdón con el alborotado recogimiento que concede a un hombre la explicitud negada del deseo.
Nada pasó ese día, salvo un atrabancado temblor del campanario que dejó a la iglesia descampanada: Dos carillones quebrados, veinte vecinos sordos y un macho enamorado.
La mañana en que con tímida osadía Cuaresma entregó a Santos la llave con que canda una mujer los espesos secretos de su vientre, el hombre conoció del mar embravecido el son sereno. Nada pasó ese día, salvo el rugir del río en la riada que arrastró cabras, carros y campanas.
Los enterraron juntos, cubiertos y enlazados en casta desnudez, enamorados.
Y nada, nada salvo un como bramar de trueno bajo tierra, pasó ese día, nada... 



"Viento azul de hielo"

 de Rosa Delia

Aquella noche de tormenta, Fernanda con sus escasos siete años y temerosa por la oscuridad, se vio obligada a encender la vela blanca que su mamá guardaba en el cajón del buró. Frotó un cerillo contra la cajita y, seducida por la flama danzarina de extensos colores, permaneció inmóvil observando el espectáculo.
De repente una ráfaga de viento avivó la flama y la convirtió en un incendio gigante que llegó hasta la Patagonia, en dirección opuesta un fuerte estallido derritió los icebergs del Polo Norte, el fuego devoró el continente en unos instantes.
Sin tregua, el tiempo ardió ante la incrédula sonrisa de su mirada, mientras la llama se perdía en un hoyo negro que la engulló en cuestión de segundos. La niña sigue extraviada en el asombro de su fascinación. 



Ganadora de la porra: Elise

Mejor título: "Mundo papel" de Villegas

Concurso 66. Marzo - 2005

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