PORRA – ENERO 2005
TEMA: SEXUALIDAD MARGINAL
Minificciones que han obtenido el mayor número de apuestas entre los porristas
Primer puesto
“Sesión de noche”
de Chester Truman
de Chester Truman
Nico gime, aúlla, jadea, y el gemido y el aullido y el jadeo se pierden entre las altísimas copas de los cipreses, donde la luna llena brilla como en un teatrito ambulante... Parece de mentira, la luna.
-¿Te gustó, nena?
A Nico le gusta ésa expresión, la ha escuchado en mil películas.
Una noche más, Nico saca su brocha de la brecha de Nina, la nena, y se enciende un cigarrillo, que es lo que se hace cuando acabas de cumplir como un campeón, cuando acabas de fornicar con una nena llamada Nina. Saben bien esos cigarros?
-¿Te gustó, Nina?
Nina no responde, claro, estará extasiada, es normal, y Nico fuma a cámara lenta de su cigarro, como ha visto tantas veces en tantas películas, y mira a Nina, su nena, tan bella, allí, tendida, boquiabierta, exhausta, húmeda?
-¿Una chupadita, nena?
Pero la nena Nina que no responde, que no fuma, que no gime, que no nada, y Nico que se levanta, se sube la bragueta, apaga la colilla con el tacón, como ha visto en no sé qué película, deja caer el bello cuerpo de Nina sobre el agujero húmedo, coloca encima la lápida y se larga por el caminito de yedras, satisfecho.
-Mañana, nena, a la hora de siempre-, susurra hacia ninguna parte.
Mientras salta la tapia de cementerio, Nico canturrea una canción, una vieja canción, una melodía que ha escuchado mil veces en esa película de cuyo nombre ¡joder! nunca termina de acordarse.
-¿Te gustó, nena?
A Nico le gusta ésa expresión, la ha escuchado en mil películas.
Una noche más, Nico saca su brocha de la brecha de Nina, la nena, y se enciende un cigarrillo, que es lo que se hace cuando acabas de cumplir como un campeón, cuando acabas de fornicar con una nena llamada Nina. Saben bien esos cigarros?
-¿Te gustó, Nina?
Nina no responde, claro, estará extasiada, es normal, y Nico fuma a cámara lenta de su cigarro, como ha visto tantas veces en tantas películas, y mira a Nina, su nena, tan bella, allí, tendida, boquiabierta, exhausta, húmeda?
-¿Una chupadita, nena?
Pero la nena Nina que no responde, que no fuma, que no gime, que no nada, y Nico que se levanta, se sube la bragueta, apaga la colilla con el tacón, como ha visto en no sé qué película, deja caer el bello cuerpo de Nina sobre el agujero húmedo, coloca encima la lápida y se larga por el caminito de yedras, satisfecho.
-Mañana, nena, a la hora de siempre-, susurra hacia ninguna parte.
Mientras salta la tapia de cementerio, Nico canturrea una canción, una vieja canción, una melodía que ha escuchado mil veces en esa película de cuyo nombre ¡joder! nunca termina de acordarse.
“Coito, ergo sum”
de Martín Gala
de Martín Gala
Los habitantes del planeta I. D. A., atrofiados sus genitales tras miles de mutaciones, se reproducen mediante la transmisión del pensamiento. Analizadas las posibilidades de instalar una colonia en La Tierra, han desestimado compartir el planeta con seres que, atrofiado su cerebro tras miles de mutaciones, toman las grandes decisiones con los genitales.
Segundo puesto
“Detrás de la puerta”
de Rosa Delia
“dixit autem ad illam remittuntur tibi peccata”
Lucas 7:48
(—Y a ella le dijo—: Tus pecados te son perdonados)
Sin poder explicárselo, Sara, con sus siete años, siente un vuelco en el corazón. Sumida en un misterioso temor por alcanzar la conciliación con ese mundo desconocido, hace fervorosa el acto de contrición.
Penetra por el pasillo que da a la sacristía y llama a la puerta. Su mamá la ha traído a la Iglesia como todas las tardes. Hoy es el último día de preparación.
Monseñor la invita a pasar a la habitación, acaricia el hombro de la pequeña, la acerca hacia él y cierra de un golpe la puerta.
El silencio, una vela encendida, el olor a vino de consagrar mezclado con la naftalina del librero, crean la atmósfera.
Con inquietud, la niña percibe la luz y la penumbra, el bien y el mal, el pecado y el perdón.
Sara espera que los pecados le sean perdonados, sabe que después recibirá la bendición.
Monseñor se sienta con torpeza en la antigua silla, ella permanece de pie, entreabiertas las piernas. La toca..., recorre la piel sin vello púbico; con sus dedos ásperos le manosea cada espacio de su cuerpo infantil. Pronto deja al descubierto su miembro rígido y aproxima hacia él la tierna cabeza de la pequeña. Ella saca la lengua y obedece sumisa.
Ha sido su iniciación en el rito de la Primera Comunión. A partir de ahora, Sara disfrutará, detrás de las suntuosas puertas de los confesionarios, del acto de contrición y la absolución de los pecados.
“Mantra”
de Tantra
de Tantra
—...y Maestro, ¿qué utilidad tiene el rito de la disociación? —preguntó el joven monje a su preceptor.
—Es algo que... descubrirás por ti mismo, cuando estés preparado—. Y con un leve gesto dio la enseñanza por terminada e invitó a su discípulo a abandonar el templo.
Cuando el joven hubo salido, el sacerdote acarició por un tiempo sus largos y blancos bigotes, aspiró el ambiente de sándalo y, una vez concentrado, se dispuso a disociarse. Sin prisas, con la habilidad propia de su experiencia centenaria y según las enseñanzas del Yijing, tomó su cabeza con las manos, la separó del cuello con delicadeza, la acercó a su sexo y con una espiritual autofelación restableció la armonía entre el yin y el yang.
“El regreso del sapo”
de Macario Piedra
de Macario Piedra
¿Te acuerdas, Sonia, cuando tomabas mi mano y la metías debajo de tu blusa para que tocara tus diminutos senos de niña de once años? ¿O ya habías cumplido los doce? ¡Qué importa! A los seis a mí no me hubieran emocionado ni las curvas firmes de una chica de veinte. ¡Qué diferencia, hoy parece que te cuelgan dos enormes bolsas medio llenas de arena! Lo divertido es que mis padres te pagaban por cuidarme mientras ellos disfrutaban del teatro, y tú me platicabas de cenicientas impúdicas y de príncipes libidinosos; yo, sin conocer la razón, siempre terminé siendo un pobre sapo que lamía tu cuerpo flaco y lampiño.
Déjame lamer tu piel seca, sentir tus carnes flácidas que no responden a mis caricias. Querida, sigue con tu mirada el viaje de mi lengua sobre tu figura inmóvil. ¿Qué dirían tus nietos si descubrieran a un viejo gordo y desnudo recorriendo con sus besos a la abuela paralítica? ¿Comprenderían que es amor, cerrando la puerta y pretendiendo no haber visto nada? ¿O me arrojarían a la calle, para que el frío de la tarde fuera mi recompensa por brindarte mi compañía?
Ganador de la porra: Boris
MEJOR TÍTULO: “Coito, ergo sum” de Martín Gala
Concurso 64. Enero - 2005
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