viernes, 8 de septiembre de 2023

281. Abril 2023

CONCURSO CCLXXXI
TEMA: Un tema oloroso

PRIMER LUGAR (COMPARTIDO)


ALEKSEI - ALEXEI MENDOZA MORENO

Hongo Oldupai

Aquel exótico hongo sacudió mi cerebro, cual golpe de boxeador mal intencionado, cachetada doble de irrealidad. ¡Achis achis!, el color amarillo me sabía a queso cheddar con un ligero aroma a toronja. Alcé la mirada y leí en mi librero la palabra psicología, percibí una complejidad de olores, mezcla de sudor, cabello mojado y pollo rostizado. Miré mis manos, froté las yemas de los dedos y olfateé un fósforo encendido, el calor me invadió. Todo yo en pirotecnia inversa; implosiones de colores absorbidas en un cohete cayendo al centro de la Tierra. Pronuncio la palabra Tierra y no expele el petricor característico, más bien huele a sangre e historia, a incienso de cempasúchil en ceremonia mexica.
    Me miré en el espejo: el iris de mi ojo evocó el aroma del ristretto en las nevadas del Nepal, a madera quemada —madera de roble del Pleistoceno inferior—, a fogata de manada de Homo habilis. Me concentré en la pupila: percibí el olor del color negro, del enigma, de la mirada del hombre que contempla el firmamento, absorto e intoxicado de galaxia y de hongos de los pastos de Oldupai.

HÉCTOR

Sueños de agua

Mientras camina, el hombre percibe un olor antiguo que le abre una herida en la memoria. Siguiendo la estela, llega a un tianguis donde éste se mezcla y hace un nudo con otros. Compra la esencia. Ahora, antes de acostarse, vierte un poquito en el lado vacío de su cama y se abraza a la almohada hasta quedar dormido.

J. R. SPINOZA


Las orejas calientes

Una de las grandes desventajas de ser gordo es que cuando alguien se tira un pedo, pasas a ser el sospechoso número uno. En ese momento debes probar tu inocencia con velocidad. Esa tarde íbamos al cine en grupo, éramos seis, entre ellos Gaby "La fresa" con sus ojos cafés y pecas adornándole los hombros. Ser el pedorro frente a ella eliminaría cualquier oportunidad de noviazgo. Me estresé tanto que detuve el tiempo. Caminé alrededor de todos hasta dar con el culpable. Usando mi nariz detecté la fuente de aquel olor a huevo podrido. Regresé a mi sitio y el tiempo corrió de nuevo.
    —Fui yo —mentí.
    Soporté las burlas con estoicismo.
    Los demás se adelantaron, en parte porque la película ya iba a empezar, en parte para alejarse de mí. Sólo se quedó Gaby.
    Yo la miré a los ojos sin vergüenza y ella, con ese sexto sentido que tienen las mujeres, descubrió la verdad.
    —Gracias —me dijo con la cara enrojecida.
    Yo la tomé de la mano y ella no me soltó.
    De último momento, decidimos no entrar a ver la película.

MENCIONES

ALAMEDA - MÓNICA BRASCA

Recuerdos envasados


Que sea lo que Dios quiera, pensé. Me persigné y toqué el timbre.
    Cuando se abrió la puerta, me recibió un exquisito olor a lomo al champiñón, el menú prometido. El dueño de casa me hizo pasar. Dejamos atrás un living moderno, avanzamos por el comedor; alcancé a ver, a un costado, una cocina impecable. La mesa para dos estaba dispuesta en el jardín, con velas, flores, delicada vajilla, copones y un decantador de vino. Se había esmerado mucho en agasajarme; tanto como yo había dudado en aceptar la primera cita desde mi divorcio.
    —Está todo perfecto —dije.
    —Falta un detalle para que podamos cenar en paz —dijo él.
    Y encendió varias antorchas estratégicamente ubicadas en el patio. Me llegó un aroma fresco y cítrico. Era el olor a citronela predominante en el hotel de playa donde pasamos las últimas vacaciones en familia, para siempre impregnado en mi memoria junto con el mensaje que encontré en el celular de mi marido, el día antes de volver.
    En toda la noche no hubo halagos ni champán que pudieran recuperar la magia que la citronela había ahuyentado, además de los mosquitos.


INGRID - ELISA DE ARMAS

Terminal

Ahorita que las piernas no lo sostienen y el viejo yace ciego y sordo en la cama, solo el olfato le permite ubicarse. El olor a desinfectante golpea su nariz cuando llega el practicante cargando el maletín con todo y sueros. Al pinche de su hijo lo delata el tufo a tequila y a la hija, que siempre tiró a puta, el perfume empalagoso y barato. Pero por más que husmea como un desesperado, no logra reconocer a su mujer entre quienes, de tanto en tanto, se acercan remolones a aliviar sus miserias. Y es que, desde hace un tiempo, ella ha dejado de apestar a miedo.




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