viernes, 8 de septiembre de 2023

273. Agosto 2022

CONCURSO CCLXXIII
TEMA: Testigo de un crimen


PRIMER LUGAR
APOSTADOR

Asesino serial

Resultaba inconcebible que todos los días el domador fuese devorado por el león. Finalmente pregunté la razón al dueño del Gran Circo:
    —Es muy sencillo: El león, la silla, y el látigo son los mismos. El domador es distinto cada día.


SEGUNDO LUGAR
PITÁGORAS

El extraño caso del doctor y su paciente


A los que hayan venido hasta aquí en busca del testigo de un crimen, lamento informarles que llegaron tarde. Acaba de irse. Tiene cita con su psiquiatra, a quien seguramente le contará que presenció un asesinato a sangre fría a media cuadra de su casa. Le dirá que el autor mató con saña a un hombre metiéndole cinco balazos y que, de inmediato, tiró el arma a un basurero antes de irse, tan campante, en el metro. Con certeza, el médico intentará calmarlo; tal vez sugiera que lo imaginó, y anunciándole que nota cierta desmejora, le aumentará la dosis de Valium y quizá, también, la de Prozac. En cuanto el paciente salga del consultorio, el terapeuta, un tanto sorprendido y confuso, revisará el expediente del enfermo, anotará dónde vive e irá al lugar de los hechos. Luego de comprobar que todos los detalles corresponden a lo que escuchó, hurgará entre la basura para cerciorarse de que no quedó ninguna de sus huellas en la pistola.

TERCER LUGAR
TRISTÁN

Crimen desorganizado

Al regresar a casa después del trabajo, me encontré sentado en la sala, con un disparo en la cabeza. La policía tocó a la puerta, alertada por los vecinos. Les expliqué lo ocurrido, palmearon mi espalda y explicaron que era la tercera vez en la semana que veían un caso como este, en el que el crimen llegaba antes que la víctima. Dijeron que no me preocupara, todo se arreglaría en un día o dos, cuando cazaran al asesino o algún inocente que pronto sería sospechoso de un homicidio por cometer.

CUARTO LUGAR
HÉCTOR

El coronel y el Sargento

Hacía cinco semanas que el coronel había perdido a sus tres hijos y a su esposa en un accidente automovilístico.
    A la hora del almuerzo, citó al sargento Ramírez a que se vieran bajo un flamboyán, no muy cerca del regimiento.
    El sargento, al llegar al sitio y ver al coronel sentado al pie del árbol con su nueve milímetros en mano, le comenzó a oler mal el asunto.
    —Te quiero pedir un favor, Ramírez.
    —Lo que quiera, mi coronel.
    —Hace tres días un médico hijo de puta me dijo que tengo cáncer de próstata y que es terminal —el sargento tragó saliva— y que... con suerte, podría vivir unos seis meses.
    —Lo siento, mi coronel.
    —Bien, Ramírez, te pido que me mates.
    —Pero… pero, coronel ¿por qué yo?
    —Porque sé que ya mataste a dos.
    —Pero ellos me apuntaron primero, mi coronel, fue en defensa propia ¿y por qué no se suicida?
    —¡Sargento de mierda, te di una orden, mátame o te mato yo!
    El sargento dio medio paso atrás y sacó su treintaiocho especial, apuntando al suelo.
    — ¡Firme, pedazo de mierda! ¿Qué irrespeto es ese de sacarle el arma a un superior?
    El sargento se puso en posición firme, haciendo el saludo manual con la pistola tocando su visera.
   —Te voy a decir algo, recluta, solo para darte gusto: si te mato, me suicido; así que, contaré hasta tres.
    —Pero, coronel, espere… — el miedo del sargento se puso alerta.
    —Uno... dos... tres.
    Dos detonaciones provocaron la huida de los pájaros del flamboyán.


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