jueves, 31 de marzo de 2011

91. Abril - 2007

 CONCURSO XCI  ABRIL 2007


JURADO: ARMANDO GONZÁLEZ TORRES


TEMA: LA COMIDA Y LA BEBIDA

 

Comida y bebida

 

GANADORES:


LIRÓN


La cena de los excéntricos


Olizcoldo es un tipo raro. Su pasión por la literatura llega a tanto que deja de comer por días a fin de ahorrar para adquirir las obras de los autores que le gustan.

Yo sabía que por aquel entonces estaba pasando una época de abstinencia gastronómica a causa de un faulknerianismo agudo que le había venido, así que lo invité una noche a cenar.

Puntual llegó Olizcoldo con su cetrina delgadez y los ojos como tenedores. Mientras aguardábamos la comida, yo —con esa simpatía innata que poseo— bromeé a costa de Mila, la cocinera manca que tengo.

—Usted, Mila, tiene una mano única— le dije.

Para mi enorme sorpresa Olizcoldo lo tomó mal: me miró horrorizado.

Después le mostré mis selectas colecciones. Partí con la muestra de dentaduras postizas, seguí con las de pelos de perro y, finalmente, con la muy apasionante de cañerías de cobre. A todas ellas hice una larga y detallada introducción.

Mientras cenábamos un sabroso pollo al coñac, entré en exquisitas y agudas elucubraciones en torno a la apropiada alimentación del jugador de bádminton y a lo peligroso que es asolearse en la Antártica, desnudo, y sin el factor de bloqueo adecuado.

Para instarlo a hablar le comenté:

—Al menos Faulkner le trajo una cena gratis.

—No es gratis. He tenido que soportar un imbécil.

Me reí a carcajadas. Él estaba muy serio, mirándome con ojos vidriosos.

Me guardé de mencionarle que un tal Hath le escribía los libros a Faulkner. Una broma, claro. Él no la entendería. Los tipos raros son así.


VLADO


Dearistocradencia


En aquella mansión, ante la mirada de los ancestros que atisban desde su atalaya enmarcada, la familia se reúne para cenar. Ropa de etiqueta, mantelería fina. Orfebres minuciosos repujaron la cubertería, que brilla bajo la luz de augustos candelabros. El servicio, dos señoras de edad improbable, acerca el alimento en bandejas impolutas. Los comensales mastican despacio, prolongan el instante plácido de engañar a sus estómagos. Una noche más, deciden postergar la decisión de qué hacer cuando se acaben las ratas, ya escasas merodeadoras en los sótanos de su hogar.


LANCELOT


El bar de Dante


Entra somnoliento al bar, donde ve fantasmas que comen y beben sin deglutir. En un extremo del salón, Sócrates saborea una botella de cicuta mientras conversa con el escuálido Gandhi, y una gorda que canta, aturde a la esquelética joven que se dirige al vomitorio, donde César, Calígula y Nerón, se vacían para continuar la orgía. Siente un toque frío en el brazo, es el cantinero que le acerca un trago y unas píldoras. Sobresaltado, despierta de la pesadilla, y desplomándose en la cama alcanza a ver el frasco de somníferos vacío, y una botella de vodka a medio terminar.


XIPE - Gilberto Marti (Ferjaad)


Haz lo que vieres


Mis náuseas aumentaron con el segundo vistazo al trasto rojo en el que bullían blancas larvas rechonchas y grasientas.

—¡Órale, anímese Ingeniero! —repitió Santos Mendoza acariciándose el mostacho.

Con horror me percaté de que, a falta de música —pues los integrantes de la banda del municipio ya estaban a la mesa—, los campesinos centraban su atención en mis palabras.

—Pero déme algo de beber, Santos. Traigo la garganta resentida por los chapulines y el mezcal de San Felipe.

—Uy, con razón, ingeniero: los de San Jelipe son malos pa’ la bebida, producen pura lija. ¡Ande, ande! Mire namás qué bonitos —insistió, acercando el tazón rebosante de gusanos. Mi repugnancia fue tal que desvié la mirada hacia los rostros duros y morenos que vigilaban cual esfinges desde el otro lado de la mesa. Sin pensarlo tomé un puñado de larvas y me lo eché a la boca. Entrañas tibias y cabezas crocantes bajaron como pudín por mi garganta. Santos me alcanzó una jícara de pulque. Los pueblerinos aplaudieron y, divertidos, gritaron: “¡Viva el ingeniero constructor de presas!”. Afuera estallaron cohetones y repicaron las campanas.

—¿Sabrosos, ingeniero? —preguntó Santos, alegre.

—Un manjar —respondí por librarme de ignotas represalias pueblerinas. Ya envalentonado dije—: Páseme otros gusanitos.

—Cómo no, ingeniero, pero se aguanta a que los frían porque así es como se comen aquí en San Juan de los Magueyes.


ARNIBAK


Comida China


Entré al Kuong Tong y vi al Jefe sentado a la cabecera de la mesa acompañado de su guardia pretoriana. Al verme levantó la mano y me señaló una silla. Tomé posición frente a él y en cuanto intenté hablar me calló con un seco:

—Primero comida, luego negocios.

Apareció el mozo con un plato de arrolladitos primavera con salsa agridulce y una porción de Chop Suey de pollo. Ansioso por lo que podría pasar tragué como pude aquellas delicias asiáticas.

—Sabes cómo es el negocio, el que las hace las paga –me dijo con total frialdad–. Rumores dicen que te quedaste pagos que no eran para ti. Ya está hecho, ya me lo cobré; que no vuelva a pasar. Ahora come, cuando termines te vas.

Preocupado llegué a casa, Hua-Fuzhou no estaba. En la cama había una nota: "No la vas a volver a ver nunca, igual quédate tranquilo que la vas a llevar adentro por siempre".

Resultado de la Porra 91. Abril - 2007

5 comentarios:

  1. De colección, como siempre.
    El último, estremecedor.

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  2. ¡Maravillosas! Las de Vlado y Arnibak, ¡una joya!

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  3. Gilberto Marti (Ferjaad)31 de marzo de 2011, 11:16

    Sí. La minificción de Arnibak es un manjar fuerte, muy bueno.

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  4. Vaya calidad de minis, un manjar!!!!!

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  5. La mini de Vlado tiene es de una gastronomía exótica. La de Lancelot me encanta por ese doble juego de lo onírico de la vigilia o lo real de los sueños.

    Para mis gustos, siento que algunas de las minis se quedan en minicuentos más que en minificciones. Pero se trata de mi paladar, repito.

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