63. Diciembre 2004

CONCURSO LXIII – DICIEMBRE 2004

JURADO: LA PORRA DE FICTICIA

TEMA: EJERCICIOS DE ESTILO

Ejercicios de estilo

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PRIMER LUGAR:

URUSALAYIM

Yardbird suite

Muerteo* malamente igual que malviví, a golpe de pulmón y son de sax. Soy Parker, Charlie Parker, servidor del bourbon por la gracia del jazz, del jazz por obra del bourbon y de los cuatro musiqueadores que improvisan conmigo las fusas en la Dadá QJ, aquí, en el Rocamadur, todas las noches a las once en punto mientras nos duren la música, la muerte y la bebida. Lo demás, para un saxofonista, es lo de menos. 

Nota: Muertear y musiquear, corresponden improvisaciones jazzísticas, propias del bar madrileño en el que, una noche sí y otra también, toca el fantasma de Bird. 

SEGUNDO LUGAR:

POQUER DE ASES

Crónicas desde la nada

Recogí mi ticket y entré en la feria. No me interesaban las atracciones mecánicas, ni el tiro de escopeta, ni el algodón dulce ni el faquir que clava en su espalda falsos clavos Sólo quería ver al gran Jaruzesky, “El mago que lo hace desaparecer todo¡¡", tal y como anunciaba el cartel de la entrada. 

Y así fue. Debo reconocer que no me decepcionó. Primero hizo evaporarse el escenario, luego las sillas, el algodón dulce, los faquires, el resto de las atracciones y finalmente, uno a uno -con redoble de tambores incluido- a todos los que contemplábamos su actuación. 

Y aquí estamos, desaparecidos, en la misma nada, todos los que acudimos a la feria y cuantos acudieron a todas las ferias donde anteriormente había actuado el gran Jaruzesky, rodeados de atracciones mecánicas y sillas y algodones y escopetas de feria y faquires mentirosos. Aquí estamos, desaparecidos, algo perplejos, sí, pero satisfechos, satisfechos por saber que formamos parte del más fascinante número artístico de todos los tiempos, el número del gran Jaruzesky "El mago que lo hace desaparecer todo¡¡", camino de otra feria donde, tal vez, un día de éstos, decidas unirte a nosotros. 

PULSAR

Artimaña de la flor

La mujer del jardinero tomó la margarita entre sus manos. Contempló sus hojas firmes y suaves, extremadamente bellas, como púas. Después comenzó a deshojarla, estrujando cada pétalo como si con ello lastimara a todas y cada una de las amantes de su marido. 

Con un grito sofocado, cada hoja afirmaba que su esposo aún la quería. Le brotaron lágrimas como pétalos y, desde ese instante, aún sabiendo que mentían, empezó a amar las flores.