lunes, 17 de enero de 2011

El taller en la Jornada Semanal - II

La Jornada Semanal,   domingo 19 de septiembre  de 2004        núm. 498






La minificción:
el antivirus de la literatura
(continuación)La prometida suicidaGaetano Vergara (Italia)

Se arrojó al mar porque leyó que la abandonaría. Sus pulgares cubrían un NO y un NUNCA que encerraban aquel trágico TE DEJARÉ como un insulso paréntesis.


Jeribeque a Max Aub con
suicidio ejemplar


Isabel Segura Boutry (Chile)

Me maté porque era suya.

De héroes y tumbas

José Antonio Rangel (México)

El olor a sangre despertó al hombre que dormía con los cerdos. Solo entre las bestias mutiladas, tuvo necesidad de hablar y habló:

"Soy fuerte aunque hayas humillado mi fuerza. Porque nunca necesité de tu ayuda te vengas, diosa infame. Pero ni así, Atenea, podrás someterme ¡Soy Ayax, el aqueo, y nadie ha de robarse mi gloria!"

La espada contra el vientre hizo del héroe griego un héroe entre los puercos.


Apodo de mujer


Amélie Olaiz (México)

La apodaron Muñeca por su belleza y la hicieron partícipe del juego. Ella desempeñó el papel con temple de porcelana. Cuando sus ojos se volvieron vidriosos y su piel perdió el lustre, la expulsaron del juguetero.
  


Fullerías para enamorados

Amélie Olaiz (México)

–¿Cómo puedo dejar de amar al hombre de mis oníricas añoranzas? –preguntó la dama.

–Ponle una trampa –sugirió el brujo.

–Seguiré sus instrucciones –dijo mientras esculcaba en su bolsa para sacar papel y pluma.

–No necesitas tomar nota, la cuestión es simple –afirmó el hechicero inclinando el tronco hacia ella y clavando la vista en sus pupilas– abre los ojos durante los sueños.
 
 

La cobra y el ratón

Gaetano Vergara (Italia)

La cabeza del ratón se meneaba entre los dientes puntiagudos; las patas de atrás, fijas en el suelo, intentaban retroceder, mientras la tremenda fuerza de la sierpe lo atraía inexorablemente hacia adentro. En la lucha, el pequeño animal parecía estirarse y crecer a medida que la cobra lo envolvía en sus terribles fauces.

Ahora el roedor había sido engullido por completo en aquella oscura cavidad pulsátil, pero se podía aún adivinar el perfil del cuerpo que se sacudía entre la piel tiesa de la cobra.

Al final, la sierpe torció los ojos hacia el cielo y se abandonó a un dulce deliquio, mientras el ratón salía triunfante de su boca en busca de otra presa para destripar.

Urbanidad y barbarie

Dean Moriarty

Una vez avisado del estado crítico en el que se hallaba el subsuelo romano y de la congestión existente en las catacumbas ya construidas, el gran arquitecto Flavio Plinio Sextercius, después de mucho pensarlo, diseñó lo que iba a ser la solución para el déficit de celdas existentes: lo llamó edificius; en latín, "tumbas múltiples de cemento".

La caverna

emcioran (México)

Después de seis meses de estar secuestrado junto a diez compañeros no aguantó más. Aunque éstos estaban felices de poder ver películas todo el día, gracias a un gentil gesto de los secuestradores, él decidió escaparse una noche en que todos dormían. Salió del refugio y vio, para su sorpresa, la existencia de una base militar a escasos cincuenta metros de donde se encontraban recluidos. Lleno de emoción retornó a la guarida, enterando a sus colegas del descubrimiento. Éstos se miraron unos a los otros, y empezaron a golpearlo, al tiempo que le hablaban sobre la lógica de la lucha guerrillera, así como de la suerte que habían tenido de poder comer y ver cine gratis en todo momento. Media hora después yacía mortalmente herido, maldiciendo a Platón y sus parábolas.

La huida

Santiago Ruiz Velasco (México)

Él, anhelante, se sumerge en un sueño profundo. El universo es demasiado simple, perfecto. Sueña con una compañía, un cómplice para dejar de nombrar las cosas.

Despertó con una costilla menos. Entonces, juntos, pudieron hacer el mal y escapar del paraíso.

El gen

Rubén García García (México)

En su hábitat sintió la presencia de otro ser similar. Aprovechando una contracción, y comprobada esa existencia, puso el cordón alrededor de su cuello. Luego de la cesárea sólo uno de los dos lloró.

A la sombra del primer manzano

Gaetano Vergara (Italia)

Abel pensaba cómo librarse de su hermano; pero Caín fue más rápido.

La modista

Arcano Imperii

Nadie más podía ser la culpable de aquellos crímenes: era la única modista del pueblo y todos los hombres estaban cortados por la misma tijera.

Vertere

Rubén Pesquera Roa (México)

Maniobra, con un movimiento aun para él imperceptible, y sale de la curva. Micra a micra, pisa el acelerador hasta que con la punta del pie lo sella al piso. En el momento que alcanza la recta final, los otros competidores son sólo manchas cromáticas que van quedando atrás una a una; adelante no hay nada, excepto el horizonte de la victoria. Conforme el auto se aferra tenaz a la pista, él sabe que vuela más y más alto. La velocidad del Fórmula uno aumenta de manera inversamente proporcional a la velocidad del tiempo –que corre cada vez con mayor lentitud. Justo en el instante que llega a la meta, el tiempo se ha detenido por completo y, ante la desesperación del piloto, comienza a transcurrir hacia atrás, hacia el ayer..., más y más rápido.

Khimaira

Satori (México)

La diosa, parada en su pedestal y cubriendo sus hermosas formas con una túnica translúcida, descendió del Olimpo. El mortal, al verla, quedó tan prendado de su belleza que hasta sintió cómo flotaba en el espacio. Seguro de sí mismo le declaró su apasionado amor. Ella, ofendidísima, con una mirada de desprecio, le puso los pies en la tierra.

La pajillera del Edén

Joseph María Nuévalos (España)

Un cartel en la sala anuncia para hoy la clausura del "Edén" Sentada en la última fila, la vieja enana malvende sus habilidades tal como ha hecho desde que tiene uso de razón.

Miles de orgasmos se han derramado entre sus menudas y expertas manos al tiempo que devoraba secuencias: tesoros enterrados, alfombras voladoras, ventanas indiscretas, hombres lobo, tipos con pistolas, testigos acosados, falsos culpables, vampiros, rubias platino...

La diestra manipuladora reconoce los contornos fragmentados en las sombras igual que maniquíes olvidados en un remoto almacén: el adolescente que cierra los ojos para evocar los retratos de aquella revista oculta en libros de texto; el viajante de comercio que permuta la rutina de la pensión, por la más acogedora del sexo de su juventud; el cuarentón aniñado, con la marca de su diferencia, buscón de peces revueltos por las aguas y el olor a desinfectante de los aseos; el anciano que demora regresar a una casa donde esperan la verdura cocinada sin sal, los medicamentos y aquella calavera con la que se casó.

Berta la enana dibuja una amarga sonrisa e imagina que aquel viejo local y las almas que lo habitan, forman parte de un flashback que alguien, sentado en un palco infinito, contempla proyectado en una nube, mientras una mano enorme busca, con ansia, el tibio calor de la divina entrepierna.



¡Ángela María!

Carlos G. Traín (España)

Cada mañana, el faro amanecía con algunas plumas de ángeles enganchadas a su torso. El farero las juntaba en una gran bolsa transparente.

En las noches de tormenta, cuando toda la luz y su atención se volcaban en el mar, oía los gritos infantiles de los ángeles estrellándose, atolondrados, contra la torre.

Con el paso del tiempo, el faro se llenó de sacos repletos de plumas. Un día, tras meditarlo en soledad (él era el único ser vivo en la Tierra), los vació todos sobre el mar.

Fue así como nació la espuma y él entendió el misterio de la creación.

Elegido

Gilberto Pérez Madrigal (México)

Por un instante se descubre y me permite verlo, por su belleza indescriptible intuyo que es el Ángel de la Muerte.

Cierro los ojos, y en voz baja le pregunto:

–¿Por qué yo…?

–De vez en vez, me da por el azar.

Tota pulcra

Alfonso Pedraza (México)

¿Cómo? ¿Es mi madre quien yace desnuda junto a mí?

¿En qué momento empezó a llenarme de besos, de caricias?

¿Cuál es esa sensación maravillosa que me recorre el cuerpo?

¿Qué fuerza impulsa mis manos para tocarla y asirme a sus pechos?

Justo, cuando empiezo a penetrarla: comienza a tararear la misma nana de siempre y mi cuerpo, empequeñeciéndose, se introduce por completo en un viaje de retorno a sus entrañas.

Y ya no siento frío.

¿Quién escribe a mis espaldas
el libreto de mis sueños?


Marcos Winocur (México)

Llaman a la puerta. Si estoy despierto, debe de ser el cartero; si estoy dormido, ¿quién será? ¡Abuelita! ¿Qué no estabas muerta? Antes tú vas a chupar faros, pinche escuincle cabrón. Y en una larga carcajada sin dientes... ¡Abue, abuelita, no te...! Ya se fue. Ella, ella me llamaba así, "pinche escuincle cabrón". Aaaabuuueeeliiitaaa, nunca quieres quedarte un ratito conmigo... Y entonces despierto. Y la pregunta es siempre la misma. ¿Quién escribe a mis espaldas el libreto de mis sueños?

Desinvasión

Álvaro B. G. (España)

Tantas cosas quiso cambiar que dedicó toda su fortuna y sus mejores años a construir una máquina que invirtiera el curso de la historia. Cuando la hubo terminado la presentó en acto solemne ante la Academia pero, lejos de recibir aplausos, lo que cosechó fueron las sonoras carcajadas de los insignes académicos cuando vieron cómo los elefantes de Aníbal abandonaban Italia ascendiendo los Alpes de culo.

Recurrente

Luis Felipe Hernández (México)

Abrió aquel viejísimo libro y, empujado por una fuerza extraña, leyó en voz alta un verso incomprensible. Apenas pronunció la última sílaba, se desintegró. Cuando su mujer entró a la biblioteca, sólo encontró sobre la alfombra el libro abierto en la fatal página. Cuidadosamente lo levantó y regresó a su estante. A las pocas semanas se casó por quinta vez.

Paranoia

Jorge Pardo (España)

Sus tres intentos frustrados de suicidio le provocaron una seria paranoia. La vida lo perseguía implacablemente.

Lucha interior

Miriam Chepsy (España)

Frente a frente, sus deseos cumplidos y no cumplidos se disponen a librar una lucha encarnizada.

Reflejando los avatares en el campo de batalla, su cara se tensa y se distiende, su boca sonríe o tiene un rictus amargo.

Al fin se duerme. Mañana sabrá, quizás, el resultado.
 




Informe meteorológico

Alfonso Pedraza (México)

Centro de Pronósticos del Tiempo.

Instituto Meteorológico de Cuba.

Pronóstico del Tiempo para la tarde y la noche.

Fecha: 10 de Abril del 2002. Hora: 10:30 am.

Después de incontables huracanes, tormentas y ciclones procedentes del noroeste, felizmente en el centro de la isla, el anciano y siempre verde roble sigue de pie.



El Mozo

Gaetano Vergara (Italia)

Mientras Leonardo recorría las líneas de su inmortal retrato, yo recorría las entrepiernas de la señora, con la cabeza escondida debajo de su amplia falda.

Todo el mundo conoce esa sonrisa; pero ya nadie recuerda mi nombre.

Apocalipsis

Federico Jiménez Frasca (España)

...Y Dios creó la luz, la Tierra, los astros y finalmente, al hombre. Luego observó su obra y suspiró hastiado al descubrir la quietud de aquel paisaje estático e insensible. Fue entonces, en su afán de dinamizar su creación, cuando concibió a la más pérfida de sus criaturas: el tiempo. Desde aquel momento, vive temeroso del día en que, al apagar la noche, no se le enciendan las estrellas.

Creación

Miriam Chepsy (España)

Y un universo se creó en su interior. Las palabras se condensaron como galaxias narrativas que giraban atraídas por la fuerza de una idea.

Fertilidad

Lola Díaz (España)

A punto de terminar su relato, una ráfaga de viento se llevó las palabras. Cayeron en tierra fértil y, en primavera, brotaron cuentos de colores.

Fuga

Pedro Álvarez (España)

En la soledad de la celda, escribía un cuento que relataba su fuga. Mojó la pluma por última vez en su muñeca abierta y puso el punto final antes de hundirse poco a poco en la inconsciencia.

Epílogo

Álvaro B. G. (España)

Cuando escribió la palabra fin se dio cuenta de que su personaje aún respiraba; pero ya era tarde para ayudarlo, así que cerró la pluma y lo dejó morir.

Ello

Lola Díaz (España)

No trato de justificarme pero, la verdad, se esforzaba en amargarme la vida diciéndome cosas que yo no quería oír... Y no digo que le faltase razón, pero no se puede ir por el mundo haciendo daño gratuitamente: que si era un fracasado, que si en realidad hacía esto o lo otro por tal o cual causa, que si no me aceptaba tal como era. Eso irrita, va minando tu aguante; llega primero a preocuparte, después, a dolerte, y el dolor, cuando alguien te lo causa así, sólo por hacer daño, se convierte en irritación, y la irritación deviene odio; además, creo que en realidad era él quien quería reafirmarse a sí mismo, cobrar relevancia a costa de destruir mi ego.

Yo había oído decir dónde se escondía, así que cogí el cuchillo que uso para eviscerar la caza, y lo hundí en mi abdomen. No pude ver la sangre de mi subconsciente muerto porque, antes, la mía lo inundó todo.
 
 

Belcebú

Áurea (México)

–¡Despiértenme, despiértenme! –gritó ella, loca de angustia. Sabía que era su última oportunidad para salvarse de esas manos peludas que la iban enamorando poco a poco.

Ombligo

José T. Espinosa Jácome (Estados Unidos)

Era yo una letra i, con la luna en mi cielo.

La última representación

Ángeles C. Miguel (España)

Los aplausos no terminaban. A cada uno de los presentes quiso dedicar unas palabras de agradecimiento, sin ellos no hubieran sido posibles la belleza y los momentos extraordinarios en los que la obra se vio envuelta.

Al fin, el silencio. Sintió nostalgia aunque sabía que nada era eterno.

Cerró el libreto y apretó el botón.

La última visión que tuvo antes de que se desvaneciera la luz, fue cómo bajaba el telón del gran teatro del mundo. Sin duda..., su pieza maestra.

El diamante de Niemann

Carlos Villa (México)

Ahí estaba de nuevo, absorto en la contemplación de la magnífica joya destellando sutilescolores bajo la luz directa de la lámpara. Había olvidado ya cuántas veces admiró los cortes, las facetas, la misteriosa radiación que parecía brindar una ventana a un mundo de maravillas tras los múltiples espejos del diamante de Niemann-Sacks.

Tarde a tarde, en Madison Avenue, se había detenido frente al exhibidor de la prestigiosa joyería, burlándose de los estúpidos transeúntes ignorantes de la enorme calidad del cristal. Sólo él sabía apreciar aquel tesoro. Soñó tantas veces en comprarlo y regalarlo a Melissa... Imaginó con deleite el rostro de admiración de su amada, reflejando los destellos del diamante y lanzándose a sus brazos.

Era el mismo. Tallado en flor, con tonos azules, un fondo de violeta y reverberaciones amarillas. Entonces se decidió.

Quebró el anular con las poderosas pinzas para acero. De los ojos polvorientos que le observaban mudos, bajo las vigas derrumbadas, no salieron lágrimas, sólo algo que pudo ser pestañeos dolorosos y asombrados. Guardó la joya en la chaqueta y tiró el dedo seco.

–¿Algún rastro de vida, Jones?

Jones se recarga en la grúa, exhausto. Se retira los guantes. Niega con la cabeza. Está llorando.

El capitán ordena que metan las máquinas.

La cuchara ofrecida y el cuchillo velado

Sergio Patiño Migoya (España)

En un lugar llamado Copenhague, brilla en el aire un cuchillo, que rasga una garganta joven gimiente de su desgracia.

Ella era Lina, la del flequillo aniñado, la que llegó entre la lluvia con su carita de osita y encadenó el corazón de J.C. con sueños de libertad. Pero el tiempo se encarga de agriar comienzos prometedores: el romance vive de futuros soñados, no de presentes realidades.

Copenhague un infierno, ella autónoma, él celoso. El desenlace, trágico e inevitable.

Bien es sabido que el criminal trata de esconder sus culpas, y que la memoria encierra las penurias para regalar recuerdos gratos. Y si el que esconde y recuerda es escritor, como J.C. lo es, entiéndase que nada se conociera del fatal acaecimiento.

Así, los lectores, ignorantes obligados, nada sabéis de aquella aliteración desgarrada con que en verdad concluyó esta historia. Y sonreís de placer mientras las palabras os susurran que, en un lugar llamado Kindberg, Lina toma la cuchara y sorbe su sopa sabrosa soplando siempre sonriente.
 
 

Desatino

Paca (España)

Unos magos deciden visitar el castillo para descubrir la falsedad de los supuestos fantasmas y adueñarse de sus trucos. Nada más entrar al salón observan cómo una cuchara se mueve sola: llena su cavidad con la sopa del plato y, con gran equilibrio, se alza para después volcar el contenido. El caldo se vierte en el aire y desaparece antes de caer una gota al suelo. De repente, unas medias de seda entran a la sala y caminan hasta el plato vacío y la cuchara. Enseguida éstos se levantan para acompañar, flotando, a las medias de vuelta a la cocina. Los magos, por más que miran, no descubren el ardid. Cuando se marchan, una voz infantil les grita: "¡Tontos!" Se giran, pero sólo ven una pelota.


Reo confeso
(revelación desde el otro lado)


Gaetano Vergara (Italia)

.ojepse le ne emrarim ed arenam us abatropos on euqrop éuqroha oL

Blackout

Rita Mazzocco (Italia)

La ciudad se quedó un día y una noche sin electricidad. Los hombres se encontraron cara a cara con su lado oscuro. Cuando la luz volvió sólo hubo desierto: cada uno había matado a su alter ego y cada doble a su doble.

63: De espaldas

Llandera ( España)

Ahí viene. Y no quiero mirar.

Quien hizo los primeros zapatos de tacón alto para una mujer debía de ser primo hermano del que puso el cascabel al gato. Pero, ¿cuántos sueños que andaban sobre ellos se desvanecieron al despiadado contacto de nuestra mirada?

Que no, que no quiero mirar. Que podría no ser ella.
  
Escoba vieja

Paola Cescon (Argentina)

Levanta de forma automática la punta de la alfombra y barre debajo toda la basura que acumuló. Nota un montículo prominente que revelaría la mala costumbre. Cuando decide ir a buscar la pala, pasa frente a un espejo y descubre un montículo prominente en su espalda. Olvida la pala. Es demasiado tarde para ciertas limpiezas.

Aligerando la carga

Ricardo A. Robles Cruz (México)

Camino a la oficina se desanudó la corbata; la tiró por la ventana. El semáforo marcó alto, se deshizo de los zapatos. Luego, aflojó su cinturón, la presión disminuyó. Comenzó a relajarse. Dejó el saco olvidado al viento, la camisa y el pantalón también fueron abandonados. Finalmente, al despojarse de los calcetines empezó a volar.

Cuando desde las alturas pudo ver el mar, sus calzones, aleteando, se perdieron en el horizonte.
 
 

Arquitectura naval

Llandera (España)

La clase de náutica se eterniza mientras una luz difusa se cuela por los ventanales, glorificando las motas de polvo que flotan en la sala. Un movimiento, dos mesas a la derecha, capta mi atención dispersa.

Una compañera retira de su muñeca una cinta elástica, alza los brazos y pesca reflejos de sol sobre el mar de su nuca. La tensión del busto contra la tela y el gesto concentrado de su rostro la transforman, por un instante, en el mascarón de proa de un velero fabuloso.

Se vuelve. Me descubre.

Como un pirata que no espera cuartel, busco rápido refugio en la monótona voz del profesor.

Galanteo en ropa de trabajo

Elise Reyna (Argentina)

Lo encuentro como siempre, con el escobillón en las manos, extasiado frente al lienzo. Entonces acentúo las pisadas para que advierta mi presencia y reanuda con prontitud su tarea.

Al pasar delante de la pintura, siento la intensa mirada de reproche de la joven del cuadro. Prosigo mi camino perturbada, porque he vuelto a interrumpir el sublime momento que acontece por las mañanas, entre el muchacho de la limpieza y ella.
 
 

DESTIN INCONNU

Rosa Delia (México)

Existen lugares donde corres el riesgo de ser engullido por completo, donde, irremediablemente, regresas con la esperanza de encontrarte a ti mismo.

Fue en Madrid, en un verano siempre cercano.

Muy de mañana, los extranjeros abandonaban sus sueños en la habitación y, vestidos de esperanza, bajaban a desayunar.

La sala estaba llena de silencios interrumpidos por extraños sonidos: el lamento de un cuchillo sobre un plato, el beso distraído del jugo de naranja en el cristal de una copa vacía, el sigiloso acecho del café humeante penetrando los sentidos. Pero un ruido, un rechinar lento y acompasado, se adueñaba del lugar.

Los huéspedes sentían un pavor inaudito por aquel crujir misterioso, comían deprisa fingiendo no escuchar y se iban corriendo para sentirse a salvo. A mí me recordaba el estrépito de una guillotina, bodegas vacías, escenas de muerte…

Cuando me acerqué al buffet en busca de un pan, descubrí el secreto: alguien había olvidado lubricar el engranaje de la vieja tostadora.

Giraba sin aliento, como un molino de fuego.

Inconveniencia

Sergio Patiño Migoya (España)

Estimada Sra. Villanueva:

Roberto y yo quisiéramos invitarles a usted y su marido a la fiesta de compromiso de nuestra hija Lorena. El convite tendrá lugar en nuestra residencia el día 23 del mes corriente. Agradeceríamos confirmación de asistencia.
Atentamente,
Emilia Bengoechea

***Mi apreciada señora:

Siento no poder asistir a la celebración. Mi amado esposo sufrió en el día de ayer un repentino infarto y ha fallecido. Comprenderá mi aflicción en tales circunstancias.
Respetuosamente,
Luisa Villanueva

***Querida amiga:

Lamento profundamente lo sucedido. Por favor, no deje de avisarnos si encontrase antes de la fecha un nuevo acompañante.
Con afecto,
Emilia Bengoechea.



La señorita Macutta

José Luis Vasconcelos (México)

La señorita Luca Macutta era lunarmente pálida, de ojeras como chicozapotes y solapas llenas de caspa. Recorría nuestras calles con un arcángel vivo atado a una correa.

Desplumaba a su mascota tan serenamente, con tal candor y destreza, que el corazón se encogía de gozo al verla.

El barrio ya no es el mismo desde que unos tronos se la llevaron acusada de plagio y abuso angelofóbico.

La señorita Luca Macutta jamás hizo daño a nadie. Era experta en despiojar querubines, coleccionaba infartos y vendía almohadas de plumas crepusculares para dar de comer a fakires.

El niño ciego cruza la avenida, lleva a su lazarillo atado a la muñeca. Con los ojos como chicozapotes y más piojos que plumas, el arcángel casposo conduce al pequeño con tal destreza y candor que cualquiera diría que la señorita Macutta regresó a las andadas...

La niña Luces

N. Vidal (México)

Fue en el decimoctavo mes de su embarazo que a Lucero Luces se le instaló entre los muslos el empalagoso amargor de las mandarinas maduras. No quedó en el pueblo macho –caballo, can o cabestro– que no velase vigilante su ventana, ganoso de las afrutadas frondosidades que florecían como granadas bajo la preñez intensa, inmensa, infinitamente redonda de la mujer.

La niña Luces lucía en los ojos esplendores de metano, lunáticos lunares de luna en el cabello y un como sembradío de sandías prendido del ombligo a la punta de los senos. Gustaba de pasear desnuda, deshecha la trenza, trenzados los dedos en torno a un rosario de palo de rosa, que desgranaba entre bramidos, balidos y avemarías.

Horas orando al oráculo pasaba pensativa la niña, contando cuentas sin salir de ellas, pandeada la panza de piel perezosa y ébano claro.
Morían los días,
lloraba la niña
de la su preñez
con grande desdicha.
Aullaban las bestias
porque no nacía
niño de la niña
de las mandarinas.

Fue en el vigésimo quinto mes de su embarazo que Lucero Luces alumbró, a corte de cuchillo, un buchecito de brisa. Inclináronse inquietas las bestias ante la veladura anaranjada que envolvía el llanto precioso de aquella criatura creada en la crisálida de un antojo animal de mandarina.
Desgajó la fruta, se apagó Lucero,
huyeron al monte toros y cabestros.
Con aroma dulce acaba este cuento:
como me lo contaron yo lo cuento.



Toda una vida

J. M. Dorrego (España)

Decide que ha llegado el momento de escribir su biografía. Trata en vano de rescatar los recuerdos, el tiempo detenido en la memoria, pero todo son vacíos llenos de nada. Prueba entonces con el presente, repleto de abismos en el perchero y habitaciones deshabitadas: "Vida de viudo", piensa. Imagina, por fin, un futuro con el que llenar el libro de su existencia, algo que contar, y la mirada, inconsciente, se le desvía hacia la cajita de ébano.

Sobre el folio en blanco, un reguero de sangre dibuja algo parecido a la palabra fin.


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