miércoles, 1 de junio de 2011

91.porra de abril de 2007

PORRA DE ABRIL 2007
TEMA: LA COMIDA Y LA BEBIDA

Comida y bebida

Minificciones que han obtenido el mayor número de apuestas de los porristas

Primer lugar:


“Vejez”

de Q.J. Dadà

Se comió el mundo y se bebió la vida. Ahora padece una leve indigestión con sabor a muerte.

Segundo lugar:
“Dearistocradencia”

de Vlado

En aquella mansión, ante la mirada de los ancestros que atisban desde su atalaya enmarcada, la familia se reúne para cenar. Ropa de etiqueta, mantelería fina. Orfebres minuciosos repujaron la cubertería, que brilla bajo la luz de augustos candelabros. El servicio, dos señoras de edad improbable, acerca el alimento en bandejas impolutas. Los comensales mastican despacio, prolongan el instante plácido de engañar a sus estómagos. Una noche más, deciden postergar la decisión de qué hacer cuando se acaben las ratas, ya escasas merodeadoras en los sótanos de su hogar.

“La cena de los excéntricos"

de Lirón

Olizcoldo es un tipo raro. Su pasión por la literatura llega a tanto que deja de comer por días a fin de ahorrar para adquirir las obras de los autores que le gustan. Yo sabía que por aquel entonces estaba pasando una época de abstinencia gastronómica a causa de un faulknerianismo agudo que le había venido, así que lo invité una noche a cenar.Puntual llegó Olizcoldo con su cetrina delgadez y los ojos como tenedores. Mientras aguardábamos la comida, yo —con esa simpatía innata que poseo— bromeé a costa de Mila, la cocinera manca que tengo.
—Usted, Mila, tiene una mano única— le dije.
Para mi enorme sorpresa Olizcoldo lo tomó mal: me miró horrorizado.
Después le mostré mis selectas colecciones. Partí con la muestra de dentaduras postizas, seguí con las de pelos de perro y, finalmente, con la muy apasionante de cañerías de cobre. A todas ellas hice una larga y detallada introducción.
Mientras cenábamos un sabroso pollo al coñac, entré en exquisitas y agudas elucubraciones en torno a la apropiada alimentación del jugador de bádminton y a lo peligroso que es asolearse en la Antártica, desnudo, y sin el factor de bloqueo adecuado.
Para instarlo a hablar le comenté:
—Al menos Faulkner le trajo una cena gratis.
—No es gratis. He tenido que soportar un imbécil.
Me reí a carcajadas. Él estaba muy serio, mirándome con ojos vidriosos.
Me guardé de mencionarle que un tal Hath le escribía los libros a Faulkner. Una broma, claro. Él no la entendería. Los tipos raros son así.

“Ecológica mente”

de Feroz

—De todas las especies del bosque, la única no protegida era Caperucita —aulló el lobo ante el leñador hacha en ristre.

“Deglución dolorosa”

de Petrikowski

"Me he de comer esa tuna...", la piropeaba cuando solteros. Ya casado, se arrepintió de no haberle quitado las espinas.

“Efímero crepúsculo” 

de San Francisco de Azul

Verónica Cárdenas, díscola párvula con ínfulas de ídolo –periódicos convirtiéronla en fenómeno mediático por único éxito de música electrónica–, hállase melancólica; báscula doméstica confírmale catástrofe: perímetro físico auméntale múltiples centímetros en glúteos, estómago, pómulos, etcétera. Neurótica, intérnase en anónima clínica estética. Apático médico atiéndela; recomiéndale, erróneamente, drástico régimen de víveres; prohíbele azúcares; limítale cárnicos y lácteos. La egocéntrica fémina empéñase, frenética, en terapéutico propósito fisonómico –mínimo lípido subcutáneo– y sométese a kilométricos períodos dietéticos. “Sacrifícome por mis fanáticos”, anímase.
¡Escándalo! La maniática intérprete tórnase pálida, lánguida, mórbida.
Síntomas inequívocos: encuéntrase anoréxica.

Epílogo:

Sábado. Lúgubre espectáculo fúnebre. Prosélitos idólatras sinnúmero, atónitos, aglutínanse tras espléndido féretro de ébano... Verónica Cárdenas, exánime.

“El deseo por la carne”

de Pontepetra

La fragancia penetró formando una delicia en las fosas nasales. La circulación sanguínea aumentó por un segundo, las salivales trabajaron. Media vuelta y estaría lista.
Y en efecto: la carne vibraba cuando hincó sus colmillos en la yugular.

“La sabiduría está ahí dentro”

de Vlado

Una noche, aquel borracho descubrió en el fondo de un vaso que debía seguir bebiendo para descubrir cosas en el fondo de los vasos hasta llegar a ser tan sabio que un día descubriese por qué las cosas están en el fondo de los vasos y no en la superficie, donde sería más fácil descubrirlas sin tener que malgastar tanta salud, dinero y amores rotos.

Ganadores de la porra: Ferjaad y San Francisco de azul

Concurso 91. Abril - 2007

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