miércoles, 27 de junio de 2012

152. Porra de mayo de 2012

PORRA DEL MES DE MAYO 2012


TEMA:


Un microrrelato que incluya los siguientes términos: caracola (s), mar, silencio y un título apropiado.



La porra es una votación interna donde los propios ficticianos eligen de entre los textos de sus compañeros ―y sin posibilidad de seleccionarse a sí mismos― aquéllos que consideran de mejor factura.




GANADORAS




ENEAS — José Manuel Ortiz Soto

Naufragio

Al impetuoso bramido del mar en la caracola, siguió un silencio oscuro.

―Hijito, la cena está servida ―anuncia mamá.

Nadie responde.



MAR I SOL — Alfonso Pedraza

Crepúsculo

Tarde. Después de una larga jornada de surf tomo el suburbano. Al entrar, me sorprenden un denso aroma de mar y el piso cubierto de arena húmeda. Camino con cuidado para no resbalar. Un silencio cargado de sopor me hace levantar la vista. Todos los pasajeros están quietos, muy quietos, pálidos, rígidos, con una mancha rosada en sus torsos desnudos; diríase un intenso beso pintado. Al fondo, uno de ellos carga una enorme caracola en su pecho; el hombre gime, se agita y luego calla. La caracola parece sentir mi presencia y gira mostrándome su gran estoma rosado, acechante. Mi primer impulso es huir pero, al avanzar entre todos esos seres, observo la magia que despiden sus caras: placidez y éxtasis.

Casi sin darme cuenta, me detengo, ocupo un asiento vacío. Espero.



HOMLESS

Metrópoli

Recogí del suelo la caracola que estaba tirada junto a una lata de Pepsi vacía y me la llevé instintivamente al oído. Al principio todo era silencio, pero al rato llegaron los sonidos: pompas de espuma estallando sobre la arena, olas rompiendo en las rocas e incluso los míticos cantos de las sirenas. Hastiado de tanto bucolismo, tiré la caracola a la carretera, que al momento quedó hecha añicos bajo las ruedas de un Chevrolet. La verdad, no me mudé al centro de Manhattan para sumergirme en el misticismo de ultramar. Me inspira mucho más el agua de las cloacas que el rumor de las olas. La próxima vez, recogeré la lata de Pepsi.



WOLF — Gabriel Bevilaqua

La sirenita

La sirenita, de largos cabellos que le llegan casi hasta la punta de la cola, juega con las cuentas de sus collares mientras observa al niño. Parado junto al castillo de arena a medio terminar, este le devuelve la mirada con la boca llena de silencio y el corazón sin riendas. De improviso, la sirenita le señala la caracola —en la que minutos antes el pequeño descargara todo el viento de sus pulmones— y le tiende las manos con las palmas hacia el cielo. Él comprende y le cede la caracola. Ella ríe y vuelve al mar. Cuando finalmente la pierde de vista, el chico se tumba sobre la arena y solloza. Entonces una niña, de largos cabellos que le llegan casi hasta los pies, le pregunta si puede ayudarlo a terminar el castillo.





Ganador de la porra: SAPO

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