143. Agosto – 2011

CONCURSO CXLIII AGOSTO – 2011

JURADO: VERÓNICA LOZADA

TEMA:

Secuestro, en estas posibles acepciones: Secuestro en casa (mujeres y hombres atrapados en casa por vivir en situación de codependencia).

Secuestro violento por externos.

Secuestro por algunas horas.

Secuestro cerebral (depresión, pánico, bipolaridad, alcoholismo).

Secuestro laboral (atrapados por la necesidad).

Secuestro… de amor (te robo por hoy).

© Matías Tejeda, El secuestro de la justicia

PRIMER LUGAR

SERGIO ― Sergio Patiño Migoya

Síndrome de Omlocotse

Tanto la he llegado a querer que, cuando recibí el dinero del rescate, me eché a llorar. Tras liberarla, me he mudado al zulo, donde todo me recuerda a ella: el jergón que aún conserva su olor, el de sus orines, los arañazos ensangrentados en la trampilla, la bombilla rota con la que intentara una vez (qué ingeniosa) cortarse las muñecas. Por Navidad, le enviaré una tarjeta, no está bien perder así el contacto.

SEGUNDO LUGAR

ANUBIS ― Gabriel Bevilaqua

Oportunidades

Como resulté ser idéntico a un magnate, me secuestraron por error. No obstante, la familia pagó el rescate sin chistar y me recibieron con los brazos abiertos tras la liberación. Pensé que aquel hombre tal vez había fallecido en un accidente y nadie lo sabía. Ambos hechos, concluí, habían coincidido fortuitamente. Me apena decir que rogué para que su cuerpo jamás apareciera. Pero la conciencia pudo conmigo, y una noche, tras hacer el amor, le confesé a la esposa que yo no era quién ella creía. Sonrió y me dijo:

―Lo que vos ignorás, es que ya no soportábamos al original.

TERCER LUGAR:

CHESTER TRUMAN

Nunca secuestres a un filósofo

Tras negociar el rescate con Olga Kiskiakova (eminente filósofa), le entregué a su esposo, Sergei Trichinsky (renombrado filósofo). A cambio, ella me ofreció una maleta que, al parecer, contenía la recompensa pactada.

—¡Está vacía!—, exclamé al abrirla.

—No, caballero—dijo solemnemente—, la tiene repleta de axiomas.

MENCIONES

CHESTER TRUMAN

Nunca secuestres a un poeta

Desde el principio sospeché que no iba a ser un buen negocio. Sus familiares no sólo se niegan a pagar un rescate por él, sino que ni siquiera contemplan la opción de venir a recogerlo. Desde entonces, vive conmigo. Se alimenta exclusivamente de jazmines y, según dice, de nubes, metáforas y puestas de sol. A veces desaparece un par de días y aparece en el lugar más insospechado. Anoche, sin ir más lejos, lo encontré ovillado entre unas ramas mientras podaba la madreselva del jardín:

—Aquí estoy, ya ves, inspirándome —dijo, y se volvió a enroscar.

Creo que debería echarlo a la calle, pero lo cierto es que es silencioso, pacífico y no gasta.

Ayer secuestré a un escritor de novela negra. No espero un gran rescate a cambio, aunque los novelistas suelen ser algo más sociables y cabe la posibilidad de que alguien dé unos dólares por él. Ahora, lo que me temo es que cuando se encuentre con el poeta por la casa no sean capaces de convivir en paz.

PANDITA

Respuesta

Por mí pueden cortarle todos los dedos a ese hijo de puta o llamarle a su verdadero padre. Para mayores informes sobre él, comuníquense con mi flamante ex-esposa.

PD: Gracias por el envío, no sé cómo agradecerles.

CHESTER TRUMAN

Nunca secuestres a un pesimista

Nada más llegar a casa le quité la venda de los ojos, le aflojé el nudo de las manos y apenas le había quitado la mordaza, dijo:

—Sinceramente, muchacho, creo que no soy el tipo que buscas. Créeme, no merezco la pena. Conmigo, todo sale mal. Nadie en su sano juicio daría un maldito dólar por mí. Mis padres me han desheredado, mis hijos me ignoran, estoy en juicios con mi vecino y mi esposa se acaba de largar con mi mejor amigo. Me deprimo cada vez que leo a Paulo Coelho y mi color favorito es el negro. ¿De veras crees que alguien daría algo por un tipo así? Y en el hipotético caso de que alguien aflojara el dinero, habría un tiroteo con la policía donde a ti te meterían cuatro plomos en el pecho y yo quedaría tetrapléjico con una bala perdida del 22 alojada en la columna vertebral. Por cierto, amigo, tienes mala cara ¿Te encuentras bien?

Le coloqué de nuevo la mordaza, lo introduje en el maletero del coche y al llegar al bosque lo liberé. Antes de marcharse caminando monte arriba, introdujo la cabeza por la ventanilla y, con una media sonrisa, dijo:

—Por cierto, muchacho, nada más lejos de mi intención que alarmarte, pero tengo la impresión de que ese bulto que tienes ahí, sí, ahí, justo detrás de la oreja, es cáncer.

El fallo y demás consideraciones de Verónica Lozada, en la Bitácora de La Marina.

Porra 143. Agosto 2011
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