lunes, 4 de septiembre de 2023

247. Junio 2020

 CONCURSO CCXLVII

JURADO: MARGARITA HEINZEN

TEMA: La cotidianeidad en la pandemia

PRIMER LUGAR (COMPARTIDO)

PSEUDÓNIMO

El reflejo

Confinada durante la cuarentena en casa de sus padres, se dedicó a hurgar en todos los rincones. Halló a sus viejas muñecas, olvidadas en un baúl, cartas de amor con sobre y sellos, entrañables libros empolvados y fotografías descoloridas. Entre suspiros y reflexiones, todo marchaba en orden hasta el día en que, entre las manchas de un espejo antiguo, descubrió la cara de una persona a la que no conocía: ella misma.

ROSPO

Balcones

    — ¿Má, por qué no salimos a aplaudir?
    La tele muestra balcones rebosantes de palmas. Luego en la propaganda oficial #quedate en casa#, desfilan madres y niños rubios sonriendo desde un enorme sofá con perro incluido.
    A la casilla de chapa y piso de tierra llega el padre cansado de su largo día. La madre sirve sopa aguada.
    La niña repite la pregunta.
    El padre levanta la vista del plato y dice: “No tenemos balcón, sólo por eso”.

SEGUNDO LUGAR (COMPARTIDO)

SERPICO

Desobediencia

Es de las pocas personas en el pueblo que no puede ir a su casa para someterse a la cuarentena: el hombre vive en la luna.

BLACK DOT

Final de la pandemia

El silencio se hizo más sobrecogedor conforme se alargaba el encierro. Los animales que creíamos extinguidos recuperaron sus espacios y las aves los cielos. Las raíces de los árboles empezaron a extenderse, se metían por los huecos hasta reventar los muros que nos separaban. De tanta soledad desaprendimos el lenguaje y volvimos a gruñir para nombrar las cosas. Al final, el material atrapado en los relojes de arena solo nos recuerda algún vago lugar donde las dunas cambiaban de forma con el viento.

TERCER LUGAR (COMPARTIDO)

MURATA

La infección

Mi inseparable compañera de los últimos años falleció hace dos días. Por desgracia el virus fue despiadado y letal. Mis más gratos recuerdos quedan en su memoria. Todo empezó con un sonido extraño, casi gutural y repetitivo: una suerte de tos que venía de lo más profundo y se agravó. Después, un cuadro de somnolencia, lentitud de reflejos e indisposición, que ella insistía en notificarme, además de breves desmayos y confusión. Lo peor llegó cuando no pudo comunicarse más. La temperatura se elevó por encima de lo normal y perdió la lucidez. Para cuando llegamos al hospital, ya era demasiado tarde. El disco duro y la tarjeta madre estaban dañados sin remedio.

JOHNNY PINTO

Juntos hasta en la muerte

Cuando supo que su mujer se había contagiado del virus y moriría, decidió hacer lo mismo que hace años cuando la conoció: llevársela consigo a punta de pistola

MENCIONES 

JOHNNY PINTO

Milagros en cuarentena

Cuando las autoridades anunciaron que en un futuro cercano será posible caminar como antes por la calle y volver a las actividades normales, se renovaron sus esperanzas en la ciencia médica y en el gobierno. Ansioso, espera el día cuando le brote una nueva pierna y regrese a su trabajo como cartero. Hasta hoy, los ruegos a San Gabriel no han funcionado.

SIMBAD

Como judío errante

El hombre estaba agobiado y sufría de cansancio por su rutina. A diferencia de la mayoría de la gente, el anuncio del confinamiento obligatorio, a causa de la pandemia, le produjo gran alegría. Llegó a pensar que ese era, por fin, el remedio contra el maleficio. Por un tiempo, podía olvidarse de su peregrinar.

PSEUDÓNIMO

Peor que el mal

Desde que inició la cuarentena, fueron presa del miedo. Contraer el virus en la calle y sus consecuencias, no tenía comparación con los peligros en su propia casa. Los gritos, golpes y torturas de su padre eran más aterradores que morir de neumonía. A las tres semanas del encierro, durante la última paliza a su mujer, sus hijos intentaron defenderla. Tras el forcejeo, el hombre no ha dejado de toser. Ellos sonríen.

BLACK DOT

Día 55

Desde que nos pidieron permanecer en casa estamos encerrados. Camino por los cuartos sin hacer ruido. Hablo en voz baja para no molestar. Me siento frente a las ventanas y veo la calle como huérfano de ella. Subo y bajo escaleras para comprobar la efectividad de las instrucciones de Cortázar. Abro y cierro puertas. Hurgo en cajones por cosas que sabía perdidas pero que siempre han estado ahí. Soy un fantasma enfermo de una materialidad que no me permite traspasar los muros de la casa que habito.

CUENTACUENTOS

El abuelo ya no está

Las niñas no daban crédito al saber que verían de nuevo a su abuelo, después de meses desde que se impuso la cuarentena; hasta hoy que, sin tantas restricciones, saldría de la residencia. Se hicieron trenzas en el cabello para verse como a él le gustaba y, con los zapatos que les regaló la Navidad pasada, salieron dando brincos rumbo al auto. En el trayecto, se acordaron de cuando lo acompañaban a comprar helado, y reían de la ocasión que las dejó olvidadas en el parque y nunca se dieron cuenta que se había ido. Fue la abuela que, al verlo llegar sin ellas, salió de prisa a buscarlas. Jugaban en los columpios creyendo que él leía en una banca, como era su costumbre, tan persistente como la de olvidar a ratos. Mientras ellas seguían alegres y recordando anécdotas, un nudo en la garganta me impedía decirles cómo saldría de aquel asilo, ni por qué.

VERBIGRACIA

Mutaciones

Este año, durante la temporada del Covid-66, se han detectado en diferentes zonas del planeta una indeterminada cantidad de alumbramientos, en los que neonatos de ambos sexos mostraban indicios morfológicos de un nuevo apéndice, de tejido cartilaginoso en forma de membrana retráctil, y que recuerda la estructura y función de nuestras antiguas mascarillas FFP-2 y FFP-3.

BEBÉ

Metamorfosis

Enésimo día de cuarentena. Vive como un monarca, un genuino rey de la selva en la jungla de concreto: dando vueltas en su encierro. Luego de un rato, se sienta y empieza a balancearse en forma compulsiva cual mono en cautiverio. Suena el teléfono, salta como gato y lo apresa; contesta y parlotea como loro. Luego sale al jardín y se tira al sol como iguana encima de un camastro. Por la tarde, enciende el televisor y ve un espectáculo del Cirque du Soleil, al que aplaude como foca cuando termina. Va a la cocina y abre el refrigerador. Algo le inquieta. No es que esté casi vacío ni la pila de trastos sin lavar en el fregadero, sino ese apremio que surge cada vez que ve las zanahorias. Ya son suficientes en la familia.

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