CONCURSO CLXXX
JURADO: ADELA CELORIO
TEMA:
Amores tóxicos
Frida Kahlo,1935 |
Spoiler
Beatriz se halla plenamente metida en la trama de la novela cuando una voz le rezonga:
―Vieja, a ver si aflojamos con la lectura y apagás la luz.
―Ya va, Víctor, cinco minutitos y termino.
―Eso mismo me dijiste hace media hora. No estarás leyendo esa novela para amas de casa… «Cincuenta sombras de Grey». ¡A tu edad! ―dice el anciano y ríe.
―No seas ridículo. Ya sabés que a mí me gustan las de detectives.
―Ah, yo no sé ―dice Víctor, y le arranca el libro de las manos; al devolvérselo, pondera―: Buena historia, pésima resolución…
―¡Si la leíste, no me contés nada! ―protesta Beatriz.
―… mirá vos que esa flacucha y desabrida del ama de llaves iba a ser la asesina del destornillador. ¡Por Dios!
Beatriz dice «¡Ay!», cierra el libro, se levanta. Cuando retorna, Víctor, socarrón, le inquiere:
―Vieja, ¿estás chinchuda?
―Para nada, querido ―le responde la mujer y, mientras deposita algo sobre la mesita de luz, agrega―: Te saqué un destornillador de la caja de herramientas; como vos nunca tenés tiempo para ajustar las bisagras de la ventana del living… ¿Te molesta?
―Al contrario, querida; me ahorrás trabajo ―dice Víctor, y traga saliva, y se emboza, y no duerme.
ESLEONGO
A veces es peor
Ni un plato de la vajilla nueva se salvó esa mañana, tampoco las copas de cristal ni las porcelanas de Limoges que su marido destruyó. Ella, acurrucada en su cuarto, con cara de boxeador castigado, solo espera sollozando a que él regrese para expresarle cuánto lo ama.
Amor apache
Primero, lo defenestró, mientras él comenzaba arrepentirse de haber abierto la boca. Luego, le aventó encima sus libros, sus herramientas, los cacharros de la cocina, un espejo con piedritas que había traído de Pátzcuaro, la pecera, el automóvil y la pelota de basketball. Siguió con los muebles, el segundo piso y las alfombras. Por la ventana salieron también los hijos y una pareja que estaba de visita, así como un grupo de ciclistas que pasaba por ahí; una docena de jirafas, un rebaño de caribúes, mil trescientos canguros y cuatro dinosaurios; también arrojó las Tres Carabelas, los Mártires de Chicago, al Dalai Lama, las estatuas del Paseo de la Reforma, y la División del Norte, igual que al ejército aliado que invadió Normandía, un palacio del siglo XVII, un pueblecito de Siberia, un tractor descompuesto y los Jardines Colgantes de Babilonia que, para empezar, nunca supo cómo se había llenado su hogar-dulce-hogar de tanta chingadera.
WOLF
Sesenta y siete
Beatriz se despierta muerta de frío y le pide a Víctor que se levante y ponga otra frazada. Éste se finge dormido, pero la mujer lo zamarrea y le dice que no se haga el sota, que mañana cumple años y que está deprimida. El hombre bufa, va hasta el placar y vuelve con la primera frazada que encuentra. Cuando se dispone a extenderla sobre la cama, Beatriz, cejijunta, alega:
―Ésa no, querido; que la fragata me hace soñar con naufragios. Mejor la que tiene cuadritos.
El marido esta vez no bufa, inspira; y marcha nuevamente hasta el placar. Retira una, dos, tres frazadas, hasta que da con la de a cuadritos. Mientras la tiende sobre la cama, Beatriz dice:
―Sabés que recién caigo en la cuenta de que al ser los cuadritos blancos y negros la frazada parece un tablero de ajedrez.
―¿Y? ―se atreve a preguntar el hombre.
―Que ahora que lo sé, seguramente voy a soñar con que juego al ajedrez, y para jugar al ajedrez hay que pensar y yo no quiero pensar mientras sueño. Mejor buscá una que no tenga motivos.
Víctor regresa con tres frazadas monocromas y dice:
―Éstas las usamos siempre y nunca te han hecho soñar…
Beatriz mira y remira, tamborilea con los dedos sobre su boca; al fin exclama:
―¡Querido, la verdad es que ya no tengo frío!
El hombre guarda las frazadas, se acuesta, y, antes de apagar la luz, sonríe. Mañana le va a pedir al repostero que, por primera vez, le ponga a la torta tantas velitas como años cumple su mujer.
DIVIDÍ
Marcada
La espera a la salida del trabajo y le pone la mano entre los muslos. La siente estremecerse, húmeda y entregada. Basta una seña para que lo siga a la cafetería más cercana y baje tras él las escaleras. Allí mismo, en el servicio de caballeros, la coloca de espaldas y la penetra con rabia, haciéndola gritar. Mientras, filma su nuca y sus gemidos, la melena sudorosa y la cicatriz inconfundible que le dejó en el hombro. Ella sabe que mañana su nuevo novio recibirá ese vídeo, como lo recibieron todos los que hubo antes. Y que él no volverá a buscarla. Salvo si necesitara dejar claro que esa mujer, que un tiempo fue la suya, sigue teniendo dueño.
MAPACHE
Amor de Madre
Hortensia, come la papilla, deja de llorar.
Hortensia, estudia la lección.
Hortensia, nada de novios.
Hortensia, consigue trabajo.
Hortensia, píntate las canas.
Hortensia, vamos a misa, dame de comer, llévame al baño, dame la pastilla…súbeme a la silla, ¡deja de empujarla, están cerca las escaleras! ¡Para, para, paraaaaa!
Resultado de la porra 180. Septiembre - 2014
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