CONCURSO CLIV JULIO – 2012
JURADO: RAÚL BRASCA
TEMA:
Microficción al cuadrado. Microficciones en las que interactúen personajes de ficción famosos con sus creadores (convertidos entonces también en personajes de ficción).
ANUBIS — Gabriel Bevilaqua
Motivaciones
—¿Sabe cuál es para mí su mejor obra, Georges? —pregunta el inspector mientras mueve la reina.
—No sabría decirle... Tal vez “Los sótanos del Majestic” o “Entre los flamencos” —valora Simenon tras realizar un enroque largo—. La verdad, he escrito tantas...
Maigret decide dejar de lado la suficiencia de la frase y se apronta a despejar un flanco con su único alfil. Sonríe:
—Hace poco leí que “El hombre en la calle” es para García Márquez un cuento magistral. Coincido. Aunque reconozco que lo mío pasa por lo extraliterario.
—Ojalá recordara ese cuento para revelar sus motivaciones —titubea el escritor mientras procura una defensa.
—Ah, mi querido Georges, la cosa es bien sencilla: tras resolver ese crimen, Monsieur Stephan Strevzki, el hombre en la calle, me enseñó a jugar al ajedrez —concluye el inspector Maigret al tiempo que, a lomos de un caballo, da por terminada la partida.
SEGUNDO LUGAR COMPARTIDO
MOEBIUS — Josep M. Nuévalos
Celestina de libre albedrío
La ya vieja pelleja se siente muy mayor para andar trasteando con sus potingues arriba y abajo por la tragicomedia del bachiller Fernando de Rojas. Le ha plañido mil veces de los muchos actos que tiene la obra y de ir trotando de página en página con su carromato cargado de peines, perfumes y hierbas para el mal de amores. Sobre todo para que se lleven la fama un par de descerebrados que ni tan siquiera atinan a dominar sus apetitos y calenturas. ¡No, ella no tiene ya cuerpo para tanto galope! Necesita algo que esté más a su altura. Por contactos de aquí y allá, le han llegado noticias de una obrilla en una estantería superior donde, a buen seguro, bien podría mercadear sus servicios con mayores holguras. Conforme se va acercando, escucha una doliente voz que surge del abismo interior del libro: “Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas”. Su olfato de alcahueta dice que para este menester no le harán falta andadores. Y mientras golpea en el portal de la comitragedia, va hincando sus colmillos entre aquellas palabras que anticipan los banquetes que la esperan a libro abierto.
ENEAS — José Manuel Ortiz Soto
El pacifista
Si no fuera por su agudo olfato, jamás habría dado con aquel lugar de mala muerte.
―Pensé que no vendrías —dijo el parroquiano en la barra, un hombre flaco y largo, de ojeras pronunciadas y rostro afilado—. No después de lo sucedido en París la otra noche.
El recién llegado apenas se inmutó al recordar; ordenó un escocés con agua y un cubo de hielo.
―Fue en defensa propia, lo juro.
Boris Vian extrajo la trompeta de su estuche y comenzó a tocar las primeras notas de "Le déserteur". Denis, el lobo hombre, apuró su trago y se aclaró la garganta. Solo disponía de algunos minutos antes de que la luz de la luna llena asomara por la ventana.
ESLEONGO - Eduardo Esguerra
Soborno
La rivalidad entre Ágatha Christie y Conan Doyle por hacerse a Sherlock Holmes, el astuto detective de Baker Street, terminó el día en que el famoso escritor compró a Watson por 500.000 peniques, para que moviera los hilos a su favor. El legendario doctor pagó 100.000 de los mismos a Hércules Poirot para seducir a la autora de El asesinato de Roger Ackroyd.
MENCIONES
TOADY — Carlos de Bella
La verdadera escena del balcón
—William, tú sabes bien cuáles son mis sentimientos hacia él. Si planteas la escena del balcón entre nosotros, no harás más que mostrar la verdad.
—Mi querido Mercurio, el público victoriano no está preparado para escuchar eso, sería un escándalo. La escena será con ella.
—Ahórrame entonces la vergüenza y dame muerte en el primer acto. Prefiero no llegar a verlo.
Lance obliga
Salgari jamás imaginó que hombre tan bragado como il signor Tempesta lo arrebatara y lo besara. Los labios de Emilio temblaron, palideció, sentía morirse; sus piernas se aflojaron, pero Eleanora lo sostuvo en sus brazos y le desveló el secreto bien oculto bajo sus ropas. Al brillo de las miradas se unieron las bocas, con precisión, con el ahínco de la complicidad que se dispensa en cualquier fantasía sexual. Las espadas, bien podían esperar al siguiente capítulo.
MALDONADO — Lucía Díaz
Bajo la luz del farol
Con las sombras de la noche como aliadas, con paso lento y cadencioso, se lo vio venir silbando bajo, los puños en el bolsillo y el funyi ladeado. Traía consigo, desde el barrio, al coraje; también lo acompañaba la necesidad de guapear.
De improviso, de entre los laberintos, apareció el otro. Cansino su andar, dispuesto a cruzar desde la biblioteca de los sueños hacia la realidad tangible del suburbio.
Se observaron frente a frente…, y cada uno vio en la mirada del contrincante el fulgor que da el arrojo y la osadía. Entonces, también juntos, al exacto instante, dieron un paso hacia adelante para entreverar sus piernas en un tango compadrito, tal cual lo hicieron los primeros que bailaron esa danza: entre hombres.
Y así, luego del abrazo compartido, el orillero anunció emocionado:
—Ahora sí Don Jorge, ahora sí le via a contar lo acontecido esa noche en que apuñalaron a Francisco Real, el Corralero.
El fallo y demás consideraciones de Raúl Brasca, en la Bitácora de La Marina.
Enhorabuena a todos los que entraron en el Arca y a los que no. Disfruté leyendo todas las minis que subieron a la Muestra.
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