martes, 29 de mayo de 2012

Luisa Valenzuela



Nacida en Buenos Aires, pasó largos años de su vida adulta en el extranjero. Entre 1979 a 1989 vivió en Nueva York, donde fue escritora en residencia en Columbia University y New York University. Hoy está definitivamente radicada en su ciudad.



Lleva publicadas las siguientes novelas: Hay que sonreír, El gato eficaz, Como en la guerra, Cola de Lagartija, Novela negra con argentinos, Realidad nacional desde la cama y La travesía. Los libros de ensayos Peligrosas palabras, Escritura y Secreto, y el muy breve Acerca de Dios (o aleja).

Seis volúmenes de cuentos han sido reunidos por la Editorial Alfaguara bajo el título Cuentos completos y uno más.

En los últimos años aparecieron Los deseos oscuros y los otros, diarios de New York (Norma), El placer rebelde, antología general de su obra compilada y prologada por Guillermo Saavedra (Fondo de Cultura Económica), BREVS, microrrelatos completos (hasta hoy), las reediciones de Cambio de Armas y Cola de lagartija (Norma), Trilogía de los bajos fondos y la reedición de su primera novela Hay que sonreír (Fondo de Cultura Económica).

En 2008 se acaban de publicar en España los libros: Tres por cinco, (cuentos, editorial Páginas de Espuma) y Juego de Villanos (microrrelatos, Thule Editores). Asimismo fue completada, recientemente, una novela titulada El mañana.

Obra editada con otros autores: Valenzuela, Luisa; Brasca, Raúl y Bianchi, Sandra (eds.)  La pluma y el bisturí. Actas del 1º Encuentro Nacional de Microficción. Buenos Aires: Editorial Catálogos,

Su obra ha sido traducida a muy diversos idiomas, especialmente al inglés. Sus cuentos y ensayos figuran en gran cantidad de antologías universales.



Ha dicho sobre su escritura:

«Escribo contra aquellos que creen tener todas las respuestas. Espero que cada uno de mis libros sea un semillero de preguntas que genera más preguntas y por suerte casi ninguna respuesta.

Pienso que se escribe siempre desde una carencia, y no para colmarla -esa sería una pretensión vana y pretenciosa- sino para interrogarla. Personalmente, tuve la suerte de empezar a escribir mis primeros cuentos de muy joven, eliminando así esa a veces infranqueable barrera de la autocrítica, y a los 20 años pude sumergirme con toda desfachatez en una novela. Fue un poco como el tango, "anclada en París" yo añoraba un Buenos Aires al que nunca iba a volver. Nunca iba a volver, entre otras razones, porque era mi Buenos Aires inventado, arquetípico, y esos inventos son siempre generativos y cambiantes como los mitos. La novela se llamó Hay que sonreír, pero no como un consejo sino como una imposición.

Antes y después vinieron los cuentos, recopilados en un volumen que titulé Los Heréticos porque lo que me interesaba entonces -y me sigue interesando- es esa sutil barrera que separa a la religión de la herejía.

Los Heréticos fue publicado en el 67. El 70 fue para mí el año del gran corte, el del reconocimiento de la literatura volcánica y de mis propias erupciones internas. Creo que fue el shock del New York de fines de la década del 60 lo que gatilló un texto visceral, y espero que profundamente erótico, El gato eficaz.

Vertical u horizontal, para arriba y para abajo, escribía El gato eficaz en ascensores, en viajes, camino hacia otras partes desconocidas, hacia zonas de mí misma por demás oscuras. Me alegro tanto de haberlo hecho, de haber podido aunque sea una vez soltar amarras y no reconocerme para nada. Es un libro que puedo retomar en cualquier momento, releer alguna página y asombrarme, como si no me perteneciera. Y con toda sinceridad creo que no me pertenece. Que ni siquiera es una criatura de mi imaginación. Es quizá un mínimo atisbo de contacto con el inconsciente transindividual, con el Otro con mayúscula como diría Lacan.

Después la vida de todos los días, claro, mi manía ambulatoria que empezó a llevarme de los Estados Unidos a México, a Francia, a Barcelona. Y un intento en Barcelona de escribir algo vagamente autobiográfico que empezaba así:

Nació como nacemos todos, protestando por su/nuestra puta suerte. No se pudo establecer si cada berrido fue queja por ingresar en el mundo o por algo más sutil, como una angustia por la raza humana -los hermanos- al incorporarse a ese otro líquido amniótico tanto más colectivo que es el aire.

Después la autobiografía se echó a volar por su cuenta a la segunda página, y yo pude alegrarme nuevamente y sentir lo exultante que puede ser la creación literaria cuando el lenguaje empieza a expresarse a través de una, o mejor dicho a pesar de una misma.

Como en la guerra fue el título de esta novela, a la que le tuve que agregar unos acápites más o menos falsos para que se creyera que la guerra era de amor y no por esa otra subversión de valores que va moldeándose a medida que avanza el texto.

Tantos disimulos, tantas máscaras... Las mujeres sabemos mucho de esas cosas, es hora de que vayamos aprovechándolas para poder decir nuestra palabra, la palabra que hasta ahora nos estaba vedada.

Los cuentos de Aquí pasan cosas raras, crónicas de la paranoia porteña de los años negros. Pero esa fue la palabra vedada que pude de una manera u otra pronunciar. Por medio del grotesco, de un hiperrealismo literario, del humor negro, de lo que fuere, logré pasar las barreras de la censura gubernamental y decir en ese momento lo que tenía que decir.

Fue así como nació, bastante más adelante y luego de otros libros, Cambio de Armas (Other Weapons), y algunos de los cuentos que integran la nueva colección: Simetrías.

Viví diez años en Nueva York (del 79 al 89), y habiendo escrito Novela Negra con Argentinos (Black Novel with Argentines), que transcurre en los bajos fondos de esa ciudad, con reverberaciones de la política argentina, decidí que era tiempo de volver a mi país. El shock del retorno me llevó a escribir Realidad Nacional desde la cama, por lo cual no sé muy bien dónde termina mi vida y empieza la literatura, o viceversa».






Jurado del Concurso 150. Marzo – 2012
.


No hay comentarios:

Publicar un comentario